tło

26 de marzo 1828, por la tarde


No estoy seguro de que pasó pero pienso que perdí el conocimiento, porque me duele muchísimo la cabeza y no recuerdo nada. Cuando abrí los ojos no sabía dónde estaba. Todo estaba cubierto por  bruma del color de la leche. Las cosas en la habitación, los muebles y la persona que se sentaba cerca de mí me parecían extraños y desconocidos. "¿ Es posible que haya perdido la vista?"-pensé- soy sordo y no quiero además ser ciego." Después de unos latidos de mi corazón, gracias a Dios, la bruma desapareció y mi vista mejoró. Estaba en la cama, en mi dormitorio. En el pequeño y rojo taburete, a mi lado, se sentaba el señor Jean Armand Loud, un médico de París y un buen amigo mÍo.
 Cuando se dió cuenta de que me habÍa despertado, se sonrío, pero en sus ojos vi  tristeza. Al principio quería decir algo, pero cogió una hoja de papel y lápiz y empezó a escribir. Después me la dio. " ¿Cómo estás? Nos has asustado. No te preocupes, todo irá bien." Le quité el lápiz y respondí: " Dicen que hice algo imposible, huÍ de la Inquisición, pero ahora no tengo ni idea de cómo puedo escapar de la muerte. Yo sé que ya no soy joven y lo inevitable está llamando a mi puerta.” Mientras Jean estaba leyendo,  entró en la habitación mi hijo con Mariano. Javier empezó a hablar, pero no pude leerle los labios, porque lo hizo muy rápido, entonces observé a mi nieto. Estaba muy asustado y se mostraba muy tímido. Él me miró como si estuviera muerto. Cuando se dio cuenta de que también lo miraba, se acercó lentamente a mi escritorio y allí encontró el autorretrato. Cogió el dibujo, me besó y salió corriendo de la habitación. En ese momento Jean hizo un señal a Javier y ellos también salieron del dormitorio.
Ahora estoy solo y me siento un poco cansado. Debo echar una cabezada...

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