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Las maravillas de Madrid

           No estoy seguro cuantos días viaje en un carruaje hasta que finalmente llegué a Madrid. Al principio quería encontrar nuevas inspiraciones, conocer la ciudad con todas sus maravillas, monumentos, palacios y obras. Como José tenía otras obligaciones mucho tiempo pasé recorriendo sus calles.
           Recordé que mis primeros pasos dirigí hacia a La Plaza Mayor que era sin duda la más bella plaza de Madrid, por su armonía y por la proporción de sus casas, que conforman su estructura. Me enteré que esta impresionante plaza había sido el escenario de muchas de las páginas de la historia española desde que Felipe II la convirtió en la sede de la Corte en 1561, a través de las fiestas por la beatificación de San Isidro en 1620, hasta las proclamaciones de reyes, autos de fe o ejecuciones, sin olvidar las fiestas de toros y de cañas.
           No pude perder la ocasión de ver otro monumento impresionante al que un día iba José. Por más o menos dos horas viajamos al noroeste de la capital, a la ciudad de San Lorenzo de El Escorial, en la Sierra de Madrid. Allá estuvo el Monasterio de San Lorenzo El Real, conocido también como El Escorial, que era un lugar donde se reúnen: monasterio, iglesia, palacio y panteón real. Cuando estuve ante su fachada, a mis ojos era difícil abarcar esa gran monumentalidad.
            Intentaba evitar los problemas y las zonas más oscuras de la ciudad y no mezclarme en asuntos de la otra gente.

Plaza Mayor

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