Diario de Goya
Dejando Madrid, desde la ventana de mi carruaje admiraba el cielo. Aquella puesta del sol era milagrosa. Si hubiera tenido la oportunidad entonces, hubiera pintado un cuadro maravilloso. Pero durante el viaje eso era imposible. A cambio tenía un montón de tiempo para reflexionar sobre mi futuro. Pensaba si un día regresaría a la capital de mi patria o la abandonaría para siempre, si alguien me echaría de menos, si Josefa se casaría con otro hombre... Para todos aquella tarde no era nada especial, pero para mí era un momento crucial. Dentro de unas semanas mi vida cambiaría mucho. Por primera vez saldría de España y me iría al país de Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael... No podía creer que había decidido hacer este viaje. A pesar de que me alegraba mucho esa próxima aventura, estaba también un poco preocupado. No sabía italiano, no tenía mucho dinero y todavía tampoco había elegido el propósito exacto de mi viaje...
Cuando interior del carruaje estaba illuminado sólo por los últimos rayos del sol, decidí hacer una cosa. Los meses anteriores, habían pasado tan rápido que no había podido recordarlos todos. Por eso tomé la decisión de que desde ese momento iba a empezar a escribir un diario. el Diario de Goya...
La música- alimento del espirítu
Después de dos derrotas no podía encontrar la tranquilidad. No estaba seguro quién era de verdad. Dudaba si mi destino era ser pintor. Vagaba por la ciudad no sabiendo qué hacer. Pero inesperadamente encontré un remedio para mi abatimiento. La música resultó ser la respuesta a todo lo que necesitaba en ese tiempo.
Una vez cuando, como siempre, regresaba a casa un poco borracho, oí un hombre gritando mi nombre. Ramón Bayeu, el que hace algunos meses me quitó la posibilidad de estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, me preguntó si quería acompañarle en un concierto. Acepté su invitación y, como vi después, eso fue la mejor decisión. Ese día el huesped de honor fue Antonio Soler y Ramos, un compositor muy famoso y el profesor de música de la Familia Real.Cuando escuché las primeros notas de su “Sonata LXXXIV” estaba en el séptimo cielo.
En la música encontré la última parte de mi alma. Desde ese momento decidí terminar con el estancamiento. Intenté no beber alcohol y concentrar la atención en mi talento. ¡La vida es tan corta que no podemos desperdicar ningún minuto!
Ingresé en la escuela de pintura dirigida por Francisco Bayeu. Sabía que en ese lugar no iba a encontrar muchas inspiraciones pero por lo menos podía ejercitar mi competencias técnicas de la pintura. Además, gracias a mi amigo Ramón Bayeu, tuve la oportunidad de conocer métodos de pintar conocidos en todo el mundo y encontrar maestros del arte. Participé en la vida de la flor y nata de la sociedad. Veía dramas y escuchaba conciertos de artistas muy populares en toda Europa. Aunque tenía todo eso no me sentía totalmente feliz. Me faltaba alqo, algo que no podía explicar. Y en ese momento la encontré a ella, un ángel y una coqueta seductora en la mísma persona. Josefa Bayeu, la primera mujer que habitó en mi corazón. Aunque a primera vista sabía que esa mujer era perfecta para mí, en ese momento mi posición social era demasiado baja. Decidí trabajar con perseverancia para algún día merecer a esa mujer.
Josefa Bayeu |
El trabajo me absorbía mucho. Cada día copiaba obras de arte de la antigüedad. Todo podía parecer perfecto pero sentía que ese aburrimiento mataba mi alma. ¿Que podía hacer? ¿Dónde buscar mi destino? Pensaba que la única solución a esa situación era viajar a Italia, la capital y una fuente original del arte. Y por eso en el aňo 1770 estaba preparado para el viaje de mi vida, un viaje al interior de mi alma.
Cuando un talento pierde la batalla con conexiones familiares
No podía creer en mi suerte.... Tenía 17 años y estaba en Madrid- la capital de la vida cultural en España. Esa ciudad lo tenía todo, todo lo que podía querer un artista joven que empezaba su aventura en el mundo de la pintura.
Aparte de admirar lugares y monumentos tan fantásticos que después de 60 años todavía recuerdo con mucho detalle, tuve la oportunidad de cononcer la vida cultural de Madrid. Podía participar en recepciones y encuentros. Conocí mucha gente que me entendía perfectamente. Es increíble que un artista pueda leer los pensamientos de otro artista sin ninguna palabra. Aúnque estaba muy feliz y sentía que había encontrado mi lugar en el mundo, muy pronto me dí cuenta que para obtener éxito tenía que practicar mucho. Por eso decidí participarse en el concurso de la pintura convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando |
Estaba determinado a ganarlo y por eso me preparé más de dos meses. Tenía muchas ideas que intentaría realizar. Quería introducir nuevos métodos en la pintura. Cuando la Academía anunció los resultados, durante mucho tiempo no pude aceptar que no me dieran la oportunidad de estudiar en esa escuela. Anton Raphael Mengs, el director de la Academía en aquel tiempo, decidió que mis pinturas y mi talento no eran suficientes para un lugar como Academía de Bellas Artes. Dijo que su escuela era un lugar sólo para los escogidos y yo como hombre de a pie no tenía nada en común con los verdaderos pintores. Sus palabras fueron como espadas que alguien clavara en mi corazón. Pero la verdad es que él no me entendía. Su éstilo clásico no aceptaba ninguna innovación. El representaba el mundo con mucha fidelidad y necesitaba estudiantes que imitaran su estilo. Como no veía otra oportunidad, tres años después decidí participar en ese concurso una vez más y una vez más fui derrotado. ¿Como podía imaginar que Francisco, un hombre de campo iba a estudiar en una escuela tan renombrada? Ramón Bayeu, el hombre que ganó ese concurso y empezó a asistir a la Academía, era uno de los hermanos de Francisco Bayeu, un miembro del jurado. ¿Qué significa el talento en comparación con el nepotismo? Lo peor era que no podía hacer nada. Sólo podía tener la esperanza de que la vida escribiera un guión inesperados y algún día yo también pudiera obtener mi oportunidad.
Giambattista Tiépolo y la glorificación de la monarquía
José me introdujo al entorno artistico. Pase momentos muy alegres junto a los hermanos Giandomenico y Lorenzo los hijos de Giambattista Tiépolo. Aunque ellos eran casi diez años mayores eramos muy buenos compañeros y teníamos muchos temas para hablar. Me interesaba todo sobre Italia y también sobre El Palacio Real. Ellos me prometieron? que un día podríamos ver sus padre trabajando allá.
Recuerdo ese día muy bien..Llegando al palacio me encontré de repente con una visión maravillosa. Sobre la verde alfombra de los jardines, apareció, sólida, la fachada oeste del Palacio Real. El verde de los jardines y el azul del cielo subrayaron el tono blanquecino de los muros del palacio, construidos con granito y piedra blanca de Colmenar.
Palacio Real |
La visita al palacio empezó del Salón de Alabarderos, una de las salas que muestra más riqueza. Gian Battista Tiépolo en los muros realizó varias pinturas de carácter mitológico: representación de Eneas según el texto de Virgilio. La siguiente estancia era el Salón de las Columnas, con magníficos tapices y una excelente bóveda pintada por Giaquinto, devocionado a Apollo. El sol anima a las fuerzas de la naturaleza.
Finalmente llegamos al Salón del Trono donde aquel día trabajaba el padre de mis compañeros. Aunque los frescos no estaban terminados, ya se veía que esto iba a ser una obra realmente espectacular.
Era una composición aparentemente sin orden ni conexión en la que se juntaba una multitud de elementos.No solo esto era característico de su autor además sus innovadoras perspectivas, que dejan a los personajes flotando sobre nuestras cabezas. Se consiguió un ilusionismo visual de enorme efectismo porque pareciera que los muros se abren hacia el cielo en un tunnel, que maravilla a los ojos. Pero eso no es todo en Tiépolo. Hay que mencionar también sus otras características como la intensidad de los colores venecianos y el brillo parecido al cristal y por el ultimo el único tratamiento de la luz.
El fragmento del techo en Salón del Trono |
Tiépolo hizo un descanso para mostrarme sus bosquejos y contarme de la obra y su simbolismo. En el centro se situaba el trono español protegido por Apolo y Minerva, así como por representaciones de las Virtudes. La representación de monarca era rodeado de símbolos de las distintas regiones de la Península, las bellezas oceánicas, indios de América, la gente de pueblo, animales exóticos, conquistadores, etc. El objetivo de todo el fresco era la glorificación de la monarquía y del soberano. No se si alguien podía hacerlo en la manera más espectacular que ese pintor veneciano.
En el Palacio Real encontré la inspiración que buscaba por tanto tiempo. Tiépolo influyó en mi percepción de los colores, perspectivas y mis futuras obras.
Las maravillas de Madrid
No estoy seguro cuantos días viaje en un carruaje hasta que finalmente llegué a Madrid. Al principio quería encontrar nuevas inspiraciones, conocer la ciudad con todas sus maravillas, monumentos, palacios y obras. Como José tenía otras obligaciones mucho tiempo pasé recorriendo sus calles.
Recordé que mis primeros pasos dirigí hacia a La Plaza Mayor que era sin duda la más bella plaza de Madrid, por su armonía y por la proporción de sus casas, que conforman su estructura. Me enteré que esta impresionante plaza había sido el escenario de muchas de las páginas de la historia española desde que Felipe II la convirtió en la sede de la Corte en 1561, a través de las fiestas por la beatificación de San Isidro en 1620, hasta las proclamaciones de reyes, autos de fe o ejecuciones, sin olvidar las fiestas de toros y de cañas.
No pude perder la ocasión de ver otro monumento impresionante al que un día iba José. Por más o menos dos horas viajamos al noroeste de la capital, a la ciudad de San Lorenzo de El Escorial, en la Sierra de Madrid. Allá estuvo el Monasterio de San Lorenzo El Real, conocido también como El Escorial, que era un lugar donde se reúnen: monasterio, iglesia, palacio y panteón real. Cuando estuve ante su fachada, a mis ojos era difícil abarcar esa gran monumentalidad.
Intentaba evitar los problemas y las zonas más oscuras de la ciudad y no mezclarme en asuntos de la otra gente.
Plaza Mayor |
La juventud es una época de cambios rápidos
No veía otra manera de solucionar mis problemas que irme de Zaragoza. Entre los pintores se hablaba mucho de un concurso de pintura convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Lo ví como una gran posibilidad de desarrollo artístico y de lograr reconocimiento y prestigio. Algunos de los pintores jóvenes con los que compartí el primer maestro, José Luzán ya se habían ido a Madrid. Lo aproveché y entablé contacto con mi coetáneo José Boratón. En una carta le dije que iba a Madrid y necesitaba un lugar para quedarme algunos días hasta que no encontrara algo. Desgraciadamente no podía esperar a su respuesta a causa de mis conflictos con unos tipos sospechosos. Informé a mi maestro de mis planes repentinos. El teniendo en cuenta mi carácter y comportamiento no se sorprendió pero tampoco estaba contento. En aquel tiempo lo dejaron algunos estudiantes talentosos así que antes de mi viaje me propuso que sí quería podía regresar a su Academia. Estaba tan seguro de mis capacidades que le rechacé poco amigablemente.
Esperaba al viaje a Madrid - la capital de España y el centro de la vida artística del país. Allí trabajaban pintores de diferentes países de Europa, para que les enseñaran los mejores maestros y llegaban pintores jóvenes, que como yo querían ampliar conocimientos y perfeccionarse. Recordé que tenía muchas esperanzas depositadas en Madrid.
El que no aprende de sus errores está condenado a repetirlos
Ayer mi hijo me preguntó si habían habido cosas o hechos en vida de los que me arrepentía. Tengo que admitir que nunca pensaba en eso. Y que en verdad, por supuesto habían algunas situaciones en mi vida que, desde la perspectiva de los años, intentaría solucionar de diferente manera.
El período que definitivamente quiero borrar de la memoria es un tiempo que pasé en en Zaragoza cuando estudiaba en la Academia de Dibujo. Es verdad que la escuela no contribuí a mi desarrollo, pero por otro lado, pienso que yo tampoco hice mucho para ampliar mi talento. Mi conducta y algunos algunos extravíos influyeron opiniones negativas sobre mí. Muchas personas me criticaban porque pensaban que subestimaba la oportunidad que me había dado padre Salcedro. Pero la verdad era diferente. Por supuesto estaba agradecido a todas las personas que querían ayudarme, pero Zaragoza no era un lugar para mí, por lo menos no la Zaragoza que me enseñaban los tutores. No me gustaba pasar tanto tiempo en los salones de Academia, era símplemete una pérdida del tiempo. La ciudad me tentaba de muchas otras maneras.
Cada día mis amigos y yo podíamos participar en fiestas públicas en las calles, que se distinguían por la variedad de los colores, sonidos y olores. Luego visitábamos las tabernas que eran los centros de la vida social en Zaragoza. Cuando entramos a una lo único que podíamos ver era el humo del tabaco. Pero por cada minuto empezamos a advertir la magia de esos lugares. Unas caras risueñas, unas canciones populares y vino todo eso creaba la atmósfera de feliz y despreocupación. Pero lo que más me ha grabado en la memoria fue la corrida . En Zaragoza encontré todo lo que yo adoraba en ese espectáculo- la rivalidad, el riesgo y la sangre.
Plaza del mercado en Zaragoza |
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