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Los viajes son en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia.

Si recuerdo bien, en las páginas perdidas estaban mis memorias del viaje en barco, de todo mi viaje marítimo y mi visita a Italia. Todo el año 1770 lo pasé en grandes ciudades Italianas Visité Nápoles, Milán y Bolonia, pero la mayoría del tiempo transcurrío en Roma. Cada día empezaba con una taza de café en una cafetería pequeña, que estaba situada cerca de La Fontana de Trevi. Paseaba todo el día y visitaba los más importantes monumentos en Roma. Quería ver los antiguos edificios: el Coliseo, el Foro romano, las catacumbas de Roma... Por supuesto no podía perder la oportunidad y no ir al Vaticano. No tuve la posibilidad para ver al Papa, pero pude visitar la Basilica de San Pedro. Admiré el interior y el aspecto exterior de la basilica. La Columnata de Bernini me encantó. Aunque mis compañeros me abandonaron, no podía quejarme de la falta de compañia. Conocí una mujer joven y guapa, que se llamaba Sofia. Tenía 18 años, pero parecía una persona más adulta. La primera vez cuando la vi , estaba sentada con sus amigas en las Escaleras Españolas. Los rayos del sol bailaban en su pelo dorado, sus ojos brillaban como las estrellas y su boca era como los pétalos de rosa. Vencí la timidez y la invité a un restaurante. Desde ese momento Sofia fue mi guía por la ciudad y en mi vida sexual. Nuestra aventura duró hasta próximo año, cuando entré a la Academia de Bellas Artes en Parma.

Escaleras Españolas

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